jueves, 28 de mayo de 2009

Deporte y política

Lo bueno de tener un blog es que puedes construir artículo a tu antojo, así que empiezo por las postdatas.

PD1: Me alegro de la victoria del Barça. Increíble su temporada. En mi barrio, Lavapiés, los inmigrantes ayer estaban locos de felicidad. Eto'o es un auténtico ídolo en la comunidad africana.

PD2: Esta columna, sin las postdatas, sale publicada en la contraportada del número 103 del periódico Diagonal. Que hoy sale a la venta en kioskos y puntos de venta alternativos.

Guardiola la inteligencia de un buen entrenador

Cuando el deporte se vuelve algo incómodo

“No es bueno mezclar política y deporte, porque son ámbitos distintos”, afirmaba María Teresa Fernández de la Vega tras la sonora pitada al himno español de la última final de fútbol de la Copa del Rey, celebrada en Valencia. Quizá los que pitaron no se dieron cuenta de que el himno nacional, o la presencia de los monarcas en el palco de honor, nada tiene que ver con la política. Nuevo batacazo para “un símbolo de todos”, en palabras de la vicepresidenta del Gobierno, que no termina de despuntar como nexo musical común.

“Los pueblos que reivindican privilegios pisoteando los principios, pronto pierden los principios y nunca consiguen privilegios”. Podría parecer una alegoría enmarañada de cualquier discurso de José María Aznar en la universidad de Georgetown. Pero no. Se trata de José Ramón de la Morena, conductor del programa deportivo más escuchado en este país, El Larguero, de la SER. “¡Cómo me dolieron los silbidos al himno nacional de los que suelen decir que piden su libertad pero desprecian la nuestra!”, continuó De la Morena, con voz desmayada, al día siguiente de la victoria del Barça. Dolor y lástima. Desagradecidas aficiones de catalanes y vascos.

El patriota de TVE

En octubre de 2008, París vivió un ultraje similar, durante un encuentro amistoso entre la selección de Francia y la de Túnez. Decenas de miles de jóvenes, muchos de ellos de origen magrebí y residentes en la periferia de la ciudad, abuchearon copiosamente mientras sonaba La Marsellesa en el estadio. Sarkozy estalló de rabia. El secretario de Estado de Deportes, Bernard Laporte, propuso “deslocalizar” los partidos, llevárselos lejos de las ciudades y sus públicos mestizos, llevar el fútbol “a regiones de la Francia profunda, para encontrar un público sano”.

El asunto se pone feo. Cuando en noviembre de 2003, con motivo de la final de la Copa Davis de tenis en Australia sonó el himno de Riego, interpretado a la trompeta por el nieto de un exiliado republicano, muchos torcieron el gesto. Cuando en junio de 2007 el Comité Olímpico Español propuso la composición de una nueva letra para acompañar al himno oficial, las patrióticas propuestas no convencieron a nadie.

James Morrison, el trompetista republicano de Melbourne

Parece mentira que “un símbolo de todos” tenga tan difícil acomodo. Quizá, una vez más, la solución venga de la vecina Francia. Trasladar los acontecimientos con himnos y monarcas a rincones de la España profunda. Incluso no emitirlos por televisión, para luego no tener que cesar al director de Deportes de TVE como ocurrió tras la manipulación nefasta de lo ocurrido en Valencia. Que no tenga acceso la prensa, por eso de no dar publicidad a los desagradecidos, que se ilegalicen algunas hinchadas, y “que gane el mejor”, como dijo el apolítico Juan Carlos.


PD3: A quién pueda interesar. Mi nación es muy amplia. Abarca a mi familia, mis amigos, mis ideas, pasiones, y mi barrio. Tiene muchos himnos diversos, y algunas banderas. Algunos contradictorios. Todos ellos criticables.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Buen artículo. Yo no sé que pasa en este país que hay gente empeñada en que amemos la bandera y el himno. Lo siento señores, muchos no nos identificamos con esos colores o nos da igual patrias y fronteras.

Anónimo dijo...

Amar un símbolo es una estupidez, porque la mayor parte de la gente no sabe exactamente que significa, que representa, o por que ha llegado a perpetuarse ese símbolo, simplemente se sigue la tradición mamada de nuestro entorno más cercano, que normalmente suele ser la familia y amigos.

Pero de la misma manera, odiar un símbolo es igual de necio, por la misma razón anterior.

Yo no me siento representada por la familia real, no soy monárquica, me sentiría más unida a la bandera republicana, pero no me siento agredida si veo una bandera española, o si tocan el himno español.

Una cosa es no sentirte representado por un símbolo, otra muy diferente odiar ese símbolo y a todos los que por cualquier razón (y no seamos presuntuosos y creamos ser mejores que nadie) siguen ese símbolo.

Y por favor, seamos consecuentes: la final de la Copa del Rey se jugó entre el Barcelona y el Atletic de Bilbao. Si yo fuera un seguidor de cualquiera de esos equipos, y "odiara" todo lo español y a la monarquía, desde luego no seguiría a mi equipo para jugar la Copa que homenajea al Rey. De hecho, por principios, dejaría de ser seguidor de ese equipo, pero desde luego no iría al campo para abuchear el himno español y al Rey, y luego aplaudiría cuando ese mismo Rey entrega la Copa al capitán del equipo ganador. Hay que ser más consecuente.

Jacobo Rivero dijo...

Anónimo's gracias por vuestras respuestas.

Anónimo 1, a mí lo que ocurre es que bandera e himno me producen indiferencia, y reconozco que la bandera republicana me ocurre casi igual. Pero esto ya es tema de libro :-)

Anónima 2. No estoy de acuerdo con tu argumentación, pero se agradece mucho el razonamiento.

No creo que por silbar un himno se odie "todo lo español", ni tampoco creo eso de que "no seguiría a mi equipo para jugar la Copa que homenajea al Rey [...] por principios, dejaría de ser seguidor de ese equipo".

Creo que la monarquía pocas veces se mezcla con sus súbditos. Por tanto cierto baño de humildad no me parece tan grave (es lo que intenta el artículo desdramatizar un asunto que, en diferente forma y sentido, se produce en otros países 'republicanos').

Que en un estadio donde se juntan miles de personas, 'el poder' reciba un baño de rechazo no me parece grave, al contrario, 'va con el cargo'.

A mí me cuesta más entender esos baños de multitudes y admiración hacia la familia real en la mayoría de sus visitas. Y todavía no me explico por qué ellos viven como reyes y yo vivo en precario. No lo entiendo por mucho que me lo expliquen.

Creo que se puede ser seguidor de un equipo, y crítico con himno y monarquía, e ir a la Copa de S.M. sin caer en contradicciones. Lo que importa es la competición, el campeonato, la tensión, el nombre es, cuando menos, secundario.

Yo soy seguidor del Estudiantes. Si el Club pusiera, como intento una vez con sonoro fracaso, cheerleaders para animar, pitaría porque no me parece algo correcto.

En la ACB todos los clubes tienen cheerleaders menos el Estu. ¿Abandono por coherencia? No creo que esa sea la lógica. Expreso y razono mi rechazo. Te aseguro que no odio a los que les parece bien.

Entiendo que es un tema sensible, pero rechazo la dimensión cósmica que algunos medios de comunicación tratan de dar a unos echos razonablemente compresibles.

Otro debate sería pensar qué significa para mucha gente esos colores y esos símbolos.

Angel dijo...

No sabia que el trompatista de la Davis era nieto de un republicano exiliado.

Confieso que fue lo primero que pensé, pero con eso de que los rojos siempre andamos viendo conspiraciones donde no las hay deseche la idea.

Acabo de llevarme una alegría, la misma que tengo por descubrir este blog que seguro que destroza topicos sobre deportes de masas e izquierdismos.

Pasarse por el blog de Daimiel siempre es una buena eleccion

Salud

Jacobo Rivero dijo...

Salud 'tovarich' :-). Morrison es nieto de exiliados, es un trompetista bastante conocido allí, y vió ese día la oportunidad de dar un homenaje a la trayectoria de su abuelo.

Una jugada maestra, y una bonita historia.

Salud y bienvenido.