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lunes, 28 de febrero de 2011

Hermanos y Enemigos

El lunes por la mañana se presentó, en la Fundación Pedro Ferrándiz, Hermanos y Enemigos: Petrovic y Divac, un documental producido por la ESPN estadounidense que será estrenado por Canal+ el martes 1 de marzo a las 18:50 h.



Tras la proyección, Antoni Daimiel, Nikola Loncar, David Carnicero, y Pedro Ferrándiz, presidieron la mesa desde la que se contestó a las preguntas de un numeroso público, entre el que había una buena representación de periodistas y gentes del mundillo del baloncesto madrileño.

El documental narra la relación entre el pivot serbio Vlade Divac y el alero croata Drazen Petrovic. Los momentos compartidos con una de las mejores selecciones yugoslavas de todos los tiempos -la que ganó el Mundial de Argentina en 1990-, su marcha en paralelo a la NBA, su amistad, y su posterior ruptura tras el inicio de la guerra y desintegración de Yugoslavia.

Drazen Petrovic fue un ídolo en el baloncesto europeo de los años '80. Comparable, por su impacto a este lado del atlántico, a Michael Jordan.

Los duelos entre la Cibona de Zagreb, que entrenaba Mirko Novosel, y el Real Madrid de aquella época, proyectaban a un jugador fuera de serie, con una personalidad hasta el momento poco vista en una cancha de baloncesto. Aunque lo cierto es que la dupla provocativa, que formó con su hermano Alexander en la Cibona, tenía como origen otros dos jugadores yugoslavos que habían practicado ese tipo de sinergias en una cancha en la década anterior: Zoran Slavnic y Dragan Kicanovic.

David Carnicero comentaba su fascinación por Petrovic, y ese tipo de juego que mezclaba desafío, chulería, ambición y calidad; Antoni Daimiel contaba el impacto que le produjo ver una tangana yugoslava en un partido amistoso jugado en Valladolid cuando él apenas era un joven aficionado, y como aquella Cibona reflejaba una forma de entender el deporte donde no cabía otra concepción que no fuera la victoria y la competitividad hasta el final; y Nicola Loncar señalaba el impacto de Divac y Petrovic en una sociedad donde el baloncesto es casi una religión.

El documental y el debate reflejaban una parte de las miserias que se sucedieron alrededor de las guerras yugoslavas. Los hasta un día compañeros de selección pasaron a formar parte de nuevas naciones desangradas en conflictos hasta el extremo crueles. Divac y Petrovic, que triunfaron en la NBA como pocos europeos lo han conseguido, rompieron su relación por las divisiones que provocó la guerra. La muerte de Petrovic el 7 de junio de 1993, con tan sólo 28 años, en un accidente de coche, impidió una posible reconciliación.


Petrovic fue un genio. Inigualable hasta el día de hoy por ningún otro jugador europeo en su posición. Su capacidad anotadora, su estilo de juego, sus fintas y rectificados, su trabajo diario (se decía que tiraba a diario al menos 1000 veces a canasta), su explosividad...

Cibona de Zagreb, Real Madrid, Portland Trail Blazers, y New Jersey Nets son los equipos que disfrutaron, en mayor o menor medida, de su arte. En Europa logró todos los títulos de clubes posibles, con la selección de Yugoslavia conquistó un Eurobasket y un Mundial, y con Croacia fue plata en la olimpiada de 1992, jugando la final contra el Dream Team. Tras su muerte New Jersey retiró el número 3 en su honor, y Drazen fue incluido en el Basketball Hall of Fame el año 2002.

Como se comentó en la charla, los killers no suelen ser unos tipos simpáticos en una cancha (no lo fue Michael Jordan). Me gustan los jugadores con sangre caliente, la intensidad en el juego, y la tensión competitiva. Pero, al contrario que a Carnicero, me queda la duda de si el Petrovic que escupió al oído de Fernando Martín, o el que provocó la peor versión de Epi en un partido de basket, es el tipo de jugador que eligiría como referencia, más allá de la admiración que sigo teniendo por su juego. Más bien al contrario.

Puestos a elegir, y por seguir por aquellas tierras, y algunos lugares comunes de sus carreras deportivas, me quedo con un gentelmen como Mirza Delibasic. Desgraciadamente el único gran jugador yugoslavo que tomó partido de forma pública contra la violencia y la guerra entre los que fueron un día hermanos.

En cualquier caso un documento muy interesante para conocer la historia reciente del baloncesto, de nuestra propia historia, y de dos jugadores muy especiales que marcaron una época.

martes, 30 de noviembre de 2010

Entrevista Danko Delibasic (el hijo de Mirza)

"Mirza Delibasic fue el toque de oro del basket yugoslavo”

Mirza Delibasic inició su carrera en el Bosna Sarajevo de la mano del mítico entrenador Bogdan Tanjevic. Con el equipo de la actual capital de Bosnia logró la Copa de Europa de 1979 frente al Emerson Varesse. En 1980 le fichó el Real Madrid, conjunto con el que logró el campeonato mundial de clubes de 1981, el subcampeonato de la Recopa de 1982 y la liga de 1982, compartiendo vestuario con Corbalán, Iturriaga o Wayne Brabender.

Con la selección yugoslava formó parte de la llamada “segunda generación de oro”, junto a Dragan Kicanovic, Kresimir Cosic o Drazen Dalipagic. Con ellos ganó los campeonatos de Europa de 1975 y 1977, el Mundial de Filipinas en 1978 y los Juegos Olímpicos de Moscú en 1980. Tras el inicio de la desintegración de Yugoslavia, Delibasic se convirtió en un activista contra la guerra. En 1993 consiguió formar la primera selección de Bosnia, a pesar de las dificultades impuestas por el cerco a Sarajevo, la ciudad donde murió tras una difícil enfermedad en 2001.


Danko Delibasic (1986) es el relaciones públicas del Bosna Sarajevo, donde jugó su padre, Mirza Delibasic, uno de los mitos del baloncesto europeo.

La gente que jugó con tu padre cuenta que era una persona muy especial...

Wayne Brabender dijo una vez que Mirza aprendió a hablar castellano en dos semanas y que él no aprendió a hablar bien hasta pasados diez años… También decían que era un magnífico jugador, pero que era aún mejor persona. Cuando jugaba con Bosna Sarajevo partidos de máxima rivalidad en la ex Yugoslavia, era el único jugador al que aplaudía el público, aunque fuera el rival. Todo lo que hacía lo hacía bien, y con elegancia, por eso se le recuerda como un caballero.

Un caballero también por su gesto técnico.

Su técnica era perfecta, y era un gran tirador. Pero lo más importante es que como jugador quería que todos sus compañeros de equipo fueran mejores, no se preocupaba solo por sí mismo. Y ésa es otra de las razones por la que sus compañeros, o entrenadores como Lolo Sainz o Bogdan Tanjevic, le querían tanto. Mirza Delibasic fue el deportista del siglo en Bosnia y Herzegovina, fue el número uno. Aquí es el símbolo de la ciudad y una leyenda.

El baloncesto yugoslavo revolucionó el panorama europeo, con un estilo propio y con varias generaciones de jugadores excepcionales.

Sí, todo empezó con el Campeonato Europeo de 1975 en Belgrado. El juego de voleibol que practicaron Zoran Slavnic y Dragan Kicanovic frente a la URSS para perder tiempo. Eso enloqueció a los rusos, que no ganaron a Yugoslavia en 13 partidos seguidos. Kresimir Cosic, que fue elegido MVP de aquel torneo, dijo que en esos años –y éste es mi comentario favorito sobre mi padre– Mirza dio “el toque de oro” a ese equipo nacional.

Danko Delibasic en la sede del Bosna KK junto a la Copa de Europa de 1979. Foto: Jacobo Rivero.

Años más tarde, cuando comenzó la guerra en Yugoslavia, Mirza fue una referencia ética de la resistencia en Sarajevo.

Mi madre y yo estuvimos un año en Sarajevo durante la guerra y luego nos fuimos a Split (Croacia), que estaba más tranquilo. Cuando mi padre salió de Sarajevo, rompiendo el cerco de francotiradores y bombas con el equipo nacional para ir a jugar a Alemania, nos juntamos con él. Después fuimos a Italia, y mi madre y yo nos quedamos en Trieste. Mi padre no se pudo quedar, dijo que no aguantaba, que debía volver a Sarajevo con la gente que estaba sufriendo. Volvió a Sarajevo en medio de la guerra, también para mostrar al mundo qué estaba pasando allí.

Aquel viaje a Alemania, la salida de madrugada de la ciudad, el juntar un grupo de jugadores casi retirados de la práctica del baloncesto, fue una de las experiencias más impresionantes del deporte en el siglo XX.

Fue un momento muy difícil. Yugoslavia y Croacia estaban clasificadas para el campeonato Europeo, y un día le tocó a Bosnia enfrentarse a Yugoslavia. El día antes, en la ciudad de Tuzla –donde nació mi padre– lanzaron una granada que mató a 72 niños en una plaza. Mirza habló con los entrenadores del equipo nacional de Yugoslavia y les dijo que no podían jugar ese partido, porque los jugadores bosnios estaban muy frustrados y que seguramente iba a haber una pelea, que no iba a ser un partido de baloncesto. Fue un momento difícil, pero lograron centrarse en los campeonatos, y lo hicieron bien, quedaron octavos, en medio de la guerra y de la incertidumbre por sus familias. Fue un gran logro.

Danko Delibasic junto a un monumento dedicado a su padre en el centro de Sarajevo. Foto: Jacobo Rivero

¿Cómo fue después la relación con sus ex compañeros del equipo de Yugoslavia?

La amistad que tenía con Slavnic, Kicanovic o Dalipagic iba más allá de la guerra o la política. Creo que los jugadores que jugaron con él, que pasaron mucho tiempo juntos y compartieron tantas victorias, miraban la situación en ese momento desde otro lugar… Cuando terminó la guerra, el primero que vino a Sarajevo fue [el serbio] Moka Slavnic, al partido Bosnia-Croacia; 8.000 personas le aplaudieron.

¿Cuál es el mensaje que dejó Mirza Delibasic?

Fue una persona que, en todo lo que hacía, daba todo lo que podía, se entregaba totalmente, daba el máximo. Cuando entrenaba, entrenaba diez horas al día, así que cualquier cosa que hagas en la vida, tienes que hacerlo con el 100% de tu capacidad. Yo pienso que ése era su mensaje para la gente joven. No sé si muchos niños en Bosnia, Europa o España ven como ídolos a estos jugadores de antes, quizá sólo se fijan en Michael Jordan o Kobe Bryant, pero realmente aprecio a los que se acuerdan de Mirza Delibasic.

PD1: Esta entrevista la realicé en junio pasado, durante mi viaje a los balcánes. Aparece publicada en el número 138 del periódico Diagonal. La entrevista completa aparecerá publicada -como anexo- en el libro que estoy preparando sobre historias del mundo alrededor del baloncesto.

PD2: Para saber más sobre el cerco a Sarajevo, y la salida del equipo bosnio para jugar en Campeonato de Europa de Alemania, podeís ver este post, donde se relata aquella experiencia y hablan otros protagonistas.

miércoles, 30 de junio de 2010

Sarajevo

“Ella sabe también como él que no existe eso de tener cuidado, que los hombres de las montañas pueden matar a cualquiera, en cualquier parte, siempre que quieran, y que la suerte, el destino o lo que sea que decide quién vive y quién no, no ha favorecido en el pasado a aquellos de los que podría decirse que tuvieron cuidado”

Steven Galloway
El violonchelista de Sarajevo



El 3 de abril de 1993 una expedición de jugadores de baloncesto rompió el cerco de Sarajevo para jugar el Europeo de Alemania. De madrugada el grupo cruzó la pista del aereopuerto de la capital de Bosnia para tomar la única ruta de salida que había de la ciudad. Corrieron sin mirar atrás, en cualquier momento un francotirardor (un hombre de la montaña) podía ajustar su arma hacia alguno de aquellos intrépidos que quería salir de la muerte y la miseria para reivindicarse como personas, habitantes, y jugadores de baloncesto. Uno de aquellos jugadores era Samir Avdic, que luego jugaría en Unicaja de Málaga a las órdenes de Javier Imbroda.

Un par de años antes se había iniciado el proceso de desintegración de Yugoslavia, la otrora potencia del baloncesto internacional comenzó a desgranarse en pequeñas repúblicas independientes, sin que los jugadores tuvieran casi tiempo en diferenciar a sus antiguos compañeros de equipo como nuevos contrincantes en los campeonatos de selecciones.

Jure Zdovc fue el primero en marcharse del conjunto plavi en el '91. Durante el Eurobasket de Roma, tras los tres primeros partidos, Zdovc anunció en la cena que tenía que abandonar el equipo, puesto que su país ya no era para el que estaba jugando. Eslovenia se había independizado. En aquél equipo estaban Kukoc, Radja, Divac, Paspalj, Savic, Danilovic, Djordjevic, Perasovic... Pocos se habían preguntado hasta entonces por su origen. Hasta ese día nadie había mirado el lugar de nacimiento del otro, o lo que es peor, “su origen étnico”. Yugoslavia se llevaría la medalla de oro, y aquella noche, en aquella cena, Juro Zdovc se retiró con lágrimas en los ojos. Sería sólo el principio.

Nenad Markovic, que jugó en la ACB con Llíria, Joventut, Valencia, Estudiantes o Murcia me contaba, en un café donde se junta la gente del basket Bosnio, que los jugadores yugoslavos “éramos amigos, y daba igual el origen de cada uno de nosotros. Había gente que teníamos familiares de distintas comunidades y orígenes, y aquello era una locura para un grupo de jugadores jóvenes. Yo tuve que salir de Sarajevo para no participar en la guerra, porque era imposible para mí verme en la situación de tener que disparar contra los que hace poco habían sido mis amigos”.

Otros: políticos lamentables, militares sin conciencia, y medios de comunicación de dudosa ética, no tuvieron ningún complejo a la hora de agitar miedos, mentiras, y rencillas. La guerra se extendió por casi todo el territorio de la ex república de Tito y la infamia llegó a todos los rincones. Sarajevo fue la ciudad más afectada. Ejemplo antes del conflicto de convivencia multicultural, con una gran diversidad étnica y religiosa, soportó el asedio más largo en la historia de la guerra moderna, que duró del 5 de abril de 1992 hasta el 29 de febrero de 1996.

Se estima que de las más de 12.000 personas perdieron la vida y 50.000 resultaron heridas durante el asedio, el 85% de las bajas fueron civiles.

Mirza Delibasic luchó desde el primer día, primero, por evitar que la barbarie llegara hasta su ciudad, y, más tarde, por exigir al mundo que aquello no quedara en la impunidad y el olvido. Su grito tuvo poco eco en una “comunidad internacional” poco preocupada por una región que había perdido su interés geoestratégico de antaño. En Alemania, durante aquel campeonato, Mirza ejercía un cargo en la federación y se sentaba en el banquillo, junto al entrenador, Ibrahim Krehic, al frente de la recién creada selección de Bosnia, formada por los habitantes que desde puntos inconexos de la ciudad había llegado para cruzar el aeropuerto juntos, bajo el fuego de 'los hombres de las montañas'. El que había sido genial jugador del Real Madrid, y héroe del baloncesto bosnio, animaba a sus jugadores a saltar a la cancha por sus familiares y amigos. Sin apenas entrenarse quedaron octavos, para mayor gloria de sus conocidos, que seguían de forma precaria las informaciones que llegaban a la ciudad de un grupo de supervivientes como ellos.

Mirza volvería tras el campeonato a Sarajevo, a las bombas, la a indiferencia del mundo, y a la muerte. “Allí tengo a mis padres, mi hermano, a mis amigos. Hemos decidido luchar hasta que muera el último, porque somos gente de bien”, decía en declaraciones a un medio de comunicación.

Delibasic era de Tuzla, la única ciudad de Bosnia no gobernada nunca por nacionalistas, pero que fue sitiada por los serbio-bosnios. El 25 de mayo de 1995, el Ejército de la República Srpska (serbo-bosnio) bombardeó una zona de reunión de jóvenes en una parte de la ciudad llamada Kapija. 71 personas resultaron muertas y más de 200 heridas. Todas las víctimas eran civiles y la mayoría tenían entre 18 y 25 años. Más dolor para las espaldas de un auténtico “gentelmen” dentro y fuera de las canchas.

Mirza Delibasic

Mirza falleció en diciembre de 2001 en Sarajevo, su ciudad, donde todavía hoy es un héroe y donde compartió horas de tabaco y tragos con su gran amigo el músico Davorin Popovic, que se marchó unos meses antes. Parece ser que lo tenían hablado. Amigos inseparables de barra, artistas de distintas habilidades. Hoy los dos están juntos, tumba con tumba, en el cementerio que domina la ciudad, y en una parque donde su rastro te lleva hasta un maravilloso bar que funciona como sede social del Bosna KK, el equipo de basket de la ciudad, donde Mirza hizo de todo y enseño a futuros jugadores a ser “buenas personas, y dar siempre el 100%”.

En estos días he estado con Danko Delibasic (el hijo de Mirza), con Samir Avdic, con Nenad Markovic, y con otras buenas gentes del baloncesto. Hice muchas entrevistas y poco a poco iré tratando de ordenar el trabajo de una semana muy intensa. También en Belgrado pude acercarme a la realidad más impresionante del baloncesto europeo hoy en día. Ya os contaré. A todos los que conocí les debo un enorme agradecimiento.

“Puedo decir que la guerra pasó y que gracias a Dios estoy vivo, que viví en Sarajevo cuando llegó todo aquello. Pero fue muy duro, se rompió todo, los sentimientos y la lógica del día a día. Caen bombas, hay francotiradores, pasas hambre, no hay electricidad y apeas agua… Pero el entusiasmo por intentar sobrevivir nunca paró. Yo sabía que algún día llegaría la paz. En ese tiempo, cuando estábamos aquí, cuando caen bombas, y conocidos y amigos mueren no puedes creer que realmente este pasando”, comentaba Samir Avdic.

Él, que tuvo que hacerse el muerto junto al cadáver de un amigo alcanzado por un francotirador, sabe que la vida puede cambiar en cualquier momento, y que la ética de las personas, sean del origen que sea, esta por encima de las miserias de las guerras, y quienes las provocan.

PD: Todo el trabajo realizado formará parte de distintas entrevistas que espero poder publicar, y, en último caso, de un capítulo para un libro que estoy preparando sobre Historias del mundo y el baloncesto.

lunes, 10 de agosto de 2009

25 años después...

Recuerdo madrugar para ver el partido. Los Angeles'84 eran mis primeros Juegos con conciencia de (muy) joven espectador. Una olimpiada algo descafeinada por el boikot que los países de la órbita soviética realizaron, negándose a participar. La Unión Soviética argumentó que no existían garantías suficientes de seguridad para sus atletas, en una época en que el deporte era una de las armas de la guerra fría. En realidad la postura del Kremlim era la respuesta al boikot abanderado por USA cuatro años antes a las olimpiadas de Moscú. Sólo Rumanía, extraña excepción, y Yugoslavia, disidente del socialismo de la URSS, participaron como representantes de las llamadas dictaduras del proletariado. No era un tema menor, en los Juegos Olímpicos de Montreal 1976, los países que ahora no participaban habían ganado el 58% del total de medallas de oro .


En baloncesto era evidente que faltaba un enemigo que podría haber cambiado la historia, la URSS que entrenaba Gomelski habría podido poner en aprietos incluso a la selección USA, en su propio territorio. Pero la política nos privo de ver a los soviéticos en Los Angeles. Una lástima.

Sin embargo esa circunstancia no restaba mérito al equipo que entrenaba Antonio Díaz Miguel. El entrenador, que dirigiera a la selección durante 40 años, era un tipo muy particular. Para empezar se presentaba con un aspecto adelantado para su época, en la que sus estrambóticas gafas eran el reflejo de una personalidad todavía atípica en la sociedad de los '80. Gran conocedor del baloncesto americano, presumía de su estilo de vida, nada habitual en el mundo del deporte español de entonces. Un auténtico moderno que aportó muchos conocimientos a nuestro baloncesto, gracias en buena parte a su amistad con entrenadores como Bobby Knight o Dean Smith. Polémico y difícil, Díaz Miguel también salió del Estu.

De la plantilla mis favoritos eran los jugadores del Barça. En especial Nacho Solozábal y Andrés Jiménez. Del primero sus cambios de velocidad, su manejo de balón, y su tiro con la izquierda me fascinaban, y del segundo su versatilidad como ala-pivot. Definitivo en el caso de Jiménez para admirarle, era que además de buen jugador de basket, dibujaba comics.

La verdad es que el primero no se lució en exceso ni en la semifinal, contra la Yugoslavia de un jovencito Petrovic, ni en la final. En cambio Jiménez hizo dos partidazos.


Tengo los dos partidos grabados y alguna vez los veo. La semifinal es espectacular. Un partido en que la selección jugo un gran baloncesto frente al equipo plavi, donde entonces estaban Delibasic, Cosic, Kikanovic o Dalipagic. La final es un partido extraño. Cuando lo veo pienso que ni España lo hacia tan mal, ni USA lo hacia tan bien. No ha envejecido mal ese encuentro. Y eso que sus devenires yankees, con Michael Jordan a la cabeza, seguido de Ewing o Mullin fueron maravillosos.

Recuerdo bien es que ese día ya sentía una emoción brutal por el baloncesto, y que ahora, 25 años después, sigo teniendo esas sensaciones. En parte me autoconsuelo pensando como Woody Allen plantea en Annie Hall, que por encima de la discusión intelectual, la plástica de la competición deportiva es difícil de igualar como espectáculo.

Para Allen fueron los Knicks de los '70, para mí la luz llegó con los partidos del Estudiantes en el Magata, y aquella final en el Fórum de Los Angeles. En 1984.

PD: Hoy en el diario El País, Epi e Iturriaga mantienen un muy interesante diálogo sobre aquella plata olímpica, en un artículo que firma Robert Álvarez. Lo podéis ver aquí.

martes, 23 de junio de 2009

Manila '78

Hace no tanto tiempo dos selecciones dominaban el baloncesto europeo sin apenas oposición. Esos dos equipos además representaban, con importantes matices la una de la otra, una realidad diferente en un momento de la historia marcado a nivel internacional por la política de bloques y la Guerra Fría, que afectaba a todos los rincones del planeta. De este a oeste, y de norte a sur.

Sergei Belov con la camiseta del CSKA de Moscú

En aquellos años el deporte era una de las puntas de lanza de la lucha por la hegemonía mundial. Aún así los bandos no eran totalmente uniformes. Yugoslavia y la Unión Soviética, países del llamado socialismo real, mantenían importantes diferencias políticas. Yugoslavia, a diferencia de otros países comunistas de Europa, eligió su propia identidad política, independiente de la Unión Soviética, y no fue miembro del Pacto de Varsovia. Además fue uno de los creadores del Movimiento de Países No Alineados en el año 1956. La república balcánica liderada por el ex-partisano croata Josip Broz Tito seguía su propio camino, algo que incomodaba mucho en el Kremlin.

El mundial de Filipinas de 1978, se enmarcó en la tensión propia de la época. EEUU presentó un conjunto flojo, que terminaría en quinto lugar y que demostraba que con un grupo de universitarios la victoria ya no era algo asegurado. Era el final de su dominio absoluto, y la reedición de una disputa continental con tintes políticos.

Mirza Delibasic con el equipo yugoslavo

La final del '78 suponía también la disputa de dos formas de entender el basket en Europa. Por un lado el de la selección plavi, más rápida, con grandes tiradores, y un juego más libre. Por contra, la URSS jugaba un baloncesto de mayor control, con mayor precisión y un determinante juego interior, entonces dominado por la presencia de un jugador, intimidador como pocos, llamado Vladimir Tkachenko. Los soviéticos estaban dirigidos por el mítico Alexander Gomelsky, mientras que los balcánicos por Aleksandar Nikolic que consiguió en esos años crear un combinado capaz de hacer frente a los soviéticos.

En la cancha los liderazgos estaban dominados por Sergei Belov, por la URSS, y los yugoslavos por Dragan Kikanovic, y Drazen Dalipagic. En un equipo que contaba con otras estrellas como Moka Slavnic y Mirza Delibasic.

Este vídeo resúmen yugoslavo, con música de serie B, no tiene desperdicio:



Belov en una entrevista al diario El País, con motivo del Eurobasket de Madrid 2007, contaba: “En el Mundial de Manila de 1978, Misko Bojovic, un periodista yugoslavo y ex jugador internacional, me preguntó cómo era posible que Yugoslavia, con 22 millones de habitantes, mandara a Manila a 39 periodistas y la URSS, con 250 millones, sólo a uno. Yo le contesté que el problema no era ese, sino que el periodista en cuestión no tenía ni idea de baloncesto porque era del KGB”.

Aquel partido lo ganó por la mínima Yugoslavia. En un encuentro que se jugaba algo más que saber quién era el mejor equipo en la cancha. Historias de una época del baloncesto, de su entorno, y de unos jugadores de los que seguiremos hablando en el blog.

Belov y Gomelsky con la selección soviética

Plantilla de la URSS: Sergei Belov, Anatoli Myshkin, Vladimir Tkachenko, Ivan Edeshko, Alexander Belostenny, Alzhan Zharmukhamedov, Vladimir Zhigili, Stanislav Eremin, Alexander Boloshev, Sergejus Jovaiša, Alexander Salnikov, Andrei Lopatov (Entrenador: Alexander Gomelsky)

Plantilla de Yugoslavia: Kresimir Cosic, Drazen Dalipagic, Mirza Delibasic, Dragan Kićanović, Zoran Slavnic, Zeljko Jerkov, Andro Knego, Ratko Radovanovic, Rajko Zizic, Duje Krstulovic, Peter Vilfan, Branko Skroce (Entrenador: Aca Nikolić)