
La polémica sobre los futuros uniformes de los equipos femeninos de Euroleague, tras una propuesta de la Comisión de la Mujer de FIBA Europa, ha generado múltiples opiniones. Lo que en principio parecía una decisión en firme ahora es un asunto a decidir. Muchas jugadoras y aficionados han expresado su oposición a una medida que juzgan como “imposición”.
Laia Palau señalaba en el periódico 20 minutos, “a nosotras nadie nos ha preguntado nuestra opinión y nos sentimos muy cómodas con los uniformes actuales", y Silvia Domínguez, en el mismo medio, añadía, “es una medida puramente estética, que se ha pensado exclusivamente para el baloncesto femenino”. Palau señalaba que algunas jugadoras pueden sentirse “incómodas” con un traje muy ajustado. La Asociación de Jugadoras de Baloncesto (AJUB) ha declarado que se proyecta una imagen de las "jugadoras de baloncesto como objetos, atractivos desde el punto de vista de la estética masculina, lo que supone una mentalidad caduca".

A la FIBA la polémica no le hace ninguna gracia, toda vez que algunos medios han señalado la iniciativa como "sexista", y cuando la comparación con otros deportes es uno de los argumentos que no parece gustar demasiado. El 'éxito' del voleibol y el hockey hierba son las referencias para apoyar la medida, el bádminton la contrarréplica, toda vez que las jugadoras de ese deporte se negaron a utilizar de forma obligatoria falda en las competiciones por considerarlo una falta de respeto. Pero parece que en la decisión de FIBA Europa también tiene que ver la firma de un acuerdo económico con la marca lituana Tuta, que es la que fabrica este tipo de equipaciones, con la que ya se habría llegado a acuerdos anteriormente.
Val Ackerman fue la presidenta de la WNBA entre 1996 y 2005, la pareja de baile de David Stern a la hora de asumir la NBA el desarrollo del baloncesto femenino profesional, que sufría una importante crisis en ese momento. Suyas fueron algunas de la decisiones más importantes para dotar a la competición de un personalidad propia. La liga de baloncesto femenino estadounidense, que este año cumple 15 temporadas, eligió un calendario propio para hacerse un hueco; un reglamento con sus propias características (la línea de tres en 6,25, posesiones de 30 segundos como en la NCAA, ocho faltas de equipo para entrar en bonus...); y una vestimenta diferente a la masculina, algo más entallada y más adaptable al físico de las jugadoras. Fueron muchas las medidas adoptadas para llamar la atención del baloncesto femenino a medios y aficionados, y los resultados son un notable éxito.

Betty Cebrián, la ex jugadora de baloncesto con mejor palmares de nuestro país, pertenece a la Comisión de la Mujer de la FIBA que tomó la decisión sobre los uniformes. En una entrevista en la página de la Fedeeración Española de Baloncesto (FEB) señala: “Queremos que cuando alguien haga zapping y aparezca un partido de chicas diferencie que es un producto diferente”, para luego explicar, “pretendemos ensalzar las cualidades de la mujer como una atleta no como un objeto”. Cebrián, en la entrevista, compara la medida con la adoptada por la WNBA sobre sus uniformes.
Estoy de acuerdo con el argumento de la ex jugadora de Reus, en el sentido de que el baloncesto femenino tiene que tener su propia identidad y ser reconocible, lo que no tengo tan claro es que esa sea la mejor forma de hacerlo. Tampoco entiendo la obsesión con compararlo con otros deportes femeninos, como el voleibol, parece que mito relacionado con un éxito que desconozco. La comodidad no tiene sólo que ver con la adaptabilidad del traje al deporte, sino también con la proyección de la imagen, asunto que en según qué circunstancias puede generar conflictos en algunas jugadoras, vergüenza e inseguridad, que puede incluso afectar al baloncesto de formación. El cuerpo es una cuestión importante, por desgracia, a la hora de elegir una práctica deportiva.
Sea como fuere, mañana la FIBA tomará la decisión sobre el uniforme. Tendrá en cuenta las “análisis comparativos con otros deportes”, la negociación con Tuta, y también -supongo- las oposiciones (como esta recogida de firmas virtual que lleva por título Stop Euroleague Women Equipments New Rules).
Sin embargo, como comentaba Cindy Lima, en el artículo de 20 minutos, “hay mil cosas que se podrían mejorar antes que cambiar las equipaciones”. Los éxitos del deporte femenino, como se puede ver en este artículo de El Mundo, pocas veces se valoran en una sociedad en la que el fútbol masculino acapara el 90% de los titulares en los medios convencionales, pero donde el basket tiene una importante presencia virtual. Quizá si FIBA alentara a que los equipos tengan unos potentes, y competentes, departamentos de comunicación y marketing (ver las webs de nuestros equipos de Euroleague es deprimente); se elaborara un reglamento propio; y se invirtiera en una proyección de la cultura deportiva que valore el esfuerzo, estaríamos mejorando muchas cosas.
De lo contrario nos puede pasar como al bueno de Patricio en la película, que la apariencia sea lo importante, o que algunos sólo juzguen lo que ven por el traje que se lleva. Lo cuál no es buena política, porque en el baloncesto, como demuestra Mark Cuban cada noche, lo que menos importa es el traje.