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miércoles, 22 de junio de 2011

Aquellos maravillosos años

De concentrarse, y vivir a pensión completa, en los bajos de un pabellón de Mataró con la selección juvenil durante dos meses en los años '70, a dormir en el lujoso hotel Park Hyatt de Tokio en 2006 con su familia, tras la victoria de la selección en el Mundial de Japón, hay un trecho. De estudiar en los jesuitas del convulso Bilbao anterior a la muerte de Franco, a ser un popular periodista, tras jugar doce años en el Real Madrid y en la selección con notable éxito, también.


En Antes de que se me olvide, uno tiene la sensación de atravesar diversos episodios nacionales, no todos relacionados necesariamente con el baloncesto. El libro habla de un tiempo que hoy parece lejano, pero que no lo es tanto: el de la educación vinculada a la iglesia, el de la transición política y la posterior movida, el del despertar del baloncesto español, el de una de las mejores épocas de la sección de baloncesto del Real Madrid, y también el de la explosión de la comunicación, en un país abonado a dos canales de televisión y cuatro periodistas deportivos con nombres y apellidos hasta hace bien poco.

El escrito de Juanma Iturriaga tiene también una lectura en clave interna. La del propio Itu hacia su familia. Primero a la memoria de su padre, y más adelante, en los últimos capítulos, en favor de la construcción de la memoria de sus hijos. De la primera hay un recorrido vital extraño, como fue el que sintió buena parte de la generación cuyos padres vivieron en su infancia el final de la guerra civil o la plenitud de las posguerra. En el segundo caso, intuyo, hay cierta intención de proyección del recorrido vital del antiguo alero madridista hacia sus dos hijos.

El conjunto de los capítulos son una declaración de amor a su familia, a sus amigos más cercanos, y, también, un interesante repaso a los nombres y lugares más determinantes de su vida: Nacho Solozabal, Wayne Brabender, Fernando Martín, Epi, Juanito Corbalán, Michael Jordan, Antonio Díaz Miguel, Drazen Petrovic, Mike Davis, Mirza Delibasic, Fernando Romay, Magic Jhonson, Sabonis, Andrés Montes, Bilbao, Nantes '83, Los Ángeles '84, El País, Telemadrid, Panamá...

Jugadores y situaciones que, en la mayoría de los casos, son ya memoria histórica del baloncesto, por su importancia en el devenir de los acontecimientos actuales, y por la conjunción de elementos que hicieron que aquel tiempo de basket tuviera una pasión y una efervescencia en nuestro país que hoy parece en declive.


Juanma Iturriaga no era un tipo precisamente querido en la grada del Magariños. Aquella que yo habitaba con regularidad en su época de jugador, donde se le gritaba y silbaba con ardor guerrero y trazo grueso. Sin embargo, de aquella rivalidad de personajes, formas de vida, y escuelas, los que mostraban carácter -que no eran pocos en los dos bandos- eran apreciados. Sin ellos no se podría entender el baloncesto de entonces, ni algunas de las carencias y virtudes del de ahora.

Iturriaga recuerda esos tiempos desde la sinceridad, algo que seguro su psicoanalista, y también el lector, agradece. Por encima del aprovechamiento de unas virtudes para el deporte, está la capacidad de interactuar con la vida y el cotidiano. En el caso de Itu, con mayor o menor habilidad en cada una de las dos disciplinas, lo innegable es que la frontera no es perceptible, y eso es digno de elogio. No hay trampa ni cartón, Iturriaga es así.

PD1: Antes de que se olvide está editado por Turpial. Más información sobre el libro aquí.

PD2: Aquellos maravillosos años es un capítulo del libro, el título hace referencia al nombre de una serie de televisión americana (1988-19939) en la que un adolescente narraba en primera persona su cotidiano en los Estados Unidos de los años '70, los cambios en la sociedad y en su propia familia.

jueves, 3 de diciembre de 2009

Fernando Martín

Hoy hace 20 años murió Fernando Martín. Muchos medios dedican espacio a recordar la figura de este pivot madrileño que revolucionó el baloncesto de este país. Un pionero en la NBA, en una de las etapas de mayor esplendor de nuestro baloncesto. La época en la que miles de aficionados se acercaron a este deporte, en buena parte por el éxito que supuso la medalla de plata de Los Ángeles 1984.

Fernando Martín en el Magariños, jugando contra el Madrid. Foto: Club Estudiantes

Fernando fue canterano del Estudiantes,donde se incorporó en categoría juvenil en 1978. En la web del club se recuerda su recorrido:

Antes había destacado en balonmano y natación en su colegio, el San José, del que se lo trajo al Ramiro el gerente colegial Fernando Bernal por recomendación de Mariano Bartivas.
Comenzó en el juvenil colegial, a las órdenes de Pablo Casado, que se proclamó campeón de España. Pero Fernando era un ciclón y enseguida Codina le dio la alternativa en el primer equipo.
En él se convirtió en un jugador decisivo, dentro de un quinteto que todo aficionado colegial se sabe recitar de carrerilla (Vicente Gil, López Rodríguez “el Sapo”, García Coll, Slab Jones y el propio Fernando) y fundamental para la consecución de uno de los hitos de la historia de Estudiantes: el subcampeonato de liga de 1980-81.
Pese a ser ya, con sólo 19 años, una estrella de la Liga Nacional, no dejó de jugar con las categorías inferiores: fue subcampeón de España junior en 1980 a las órdenes de Mariano Parra, y terceros en 1981 dirigidos por Antonio Gómez Carra. Su último año con la camiseta colegial. Cuentan sus compañeros de vestuario en el junior que ya era un clamor que Fernando se marcharía.


El periodista Ramon Trecet, otro mito del baloncesto de aquellos años, hace un buen repaso a la trayectoría de Martín, a su carrera y su historia, en su blog. Lo recomiendo por la cercanía del autor al jugador, y porque está por encima de los clásicos homenajes. Habla de una personalidad especial, y las dificultades que supuso el irse a jugar a Portland.

Yo le conocí como aficionado cuando ya jugaba en el Real Madrid. Como todos aquellos que se pasan del Estu al Madrid, Fernando era un enemigo directo de los cánticos de la Demencia y del público colegial. Tengo varias imágenes de aquellos derbys. Martín era un jugador de una intensidad impresionate, y muy protestón con los árbitros lo cuál encendía a la grada. La Demencia gritaba “Ana Obregón menudo pendón” y Fernando miraba con cara de odio absoluto a los dementes. Un jugador caliente, que añadía un plus de emoción a los partidos. En aquellos encuentros, antes de que Drazen Petrovic fichará por el Madrid y cuando la Cibona de Zagreb era la bestia negra del equipo merengue, también se cantaba “Si, si, si, me mola Petrovic”. Otro de los referentes geniales de aquel tiempo de basket. Tengo una mezcla de recuerdos de aquellos partidos. Primero en el Magata y luego en el Palacio de los Deportes.

Por encima de aquellos derbys (en los que podía pasar de todo), y tras su regreso de la NBA, ver sus enfrentamientos con Audie Norris y el Barça era un auténtico lujo. Petrovic ya estaba en el equipo blanco y acaparaba el protagonismo. Sin embargo Fernando seguí ahí, luchando y breando en el poste bajo. Sin ser un genio técnicamente, desarrollaba un juego de espaldas a canasta espectacular. Y Norris era su mejor pareja de baile.

Fernando Martín en Portland

Es cierto que su muerte fue un impacto para todo el mundo. No lo digo por seguir la corriente. Yo entonces era un adolescente y me impresionó. Si no recuerdo mal en el siguiente derby, tras su muerte, la Demencia entregó una placa o unas flores a la familia, y el ambiente de aquel partido fue muy especial. Para el mundo del baloncesto fue un shock.

He tenido suerte de conocer a alguna gente del club que coincidió con él en Estudiantes. Me ha sorprendido positivamente algunas de las cosas que me han contado, de su forma de ser, de qué pensaba de la vida, de una personalidad especial. La relación de Fernando con Estudiantes no terminó el día que se fue al Madrid, aunque muchos lo entendimos así.

La historia de Fernando Martín es, también, la de un canterano del Estudiantes, que con un carácter y unas condiciones físicas impresionantes llegó a la NBA. Algo que parecía entonces imposible.

PD: Hablando de canteranos del Estu, Juanchic, jugador de mi equipo, ha abierto un blog para “ir poniendo las estadisticas de cada uno. También voy a poner algunas de las noticias del equipo”. Una gran iniciativa. Vaya desde aquí mi felicitación. Los tiempos han cambiado, pero el baloncesto sigue.

lunes, 10 de agosto de 2009

25 años después...

Recuerdo madrugar para ver el partido. Los Angeles'84 eran mis primeros Juegos con conciencia de (muy) joven espectador. Una olimpiada algo descafeinada por el boikot que los países de la órbita soviética realizaron, negándose a participar. La Unión Soviética argumentó que no existían garantías suficientes de seguridad para sus atletas, en una época en que el deporte era una de las armas de la guerra fría. En realidad la postura del Kremlim era la respuesta al boikot abanderado por USA cuatro años antes a las olimpiadas de Moscú. Sólo Rumanía, extraña excepción, y Yugoslavia, disidente del socialismo de la URSS, participaron como representantes de las llamadas dictaduras del proletariado. No era un tema menor, en los Juegos Olímpicos de Montreal 1976, los países que ahora no participaban habían ganado el 58% del total de medallas de oro .


En baloncesto era evidente que faltaba un enemigo que podría haber cambiado la historia, la URSS que entrenaba Gomelski habría podido poner en aprietos incluso a la selección USA, en su propio territorio. Pero la política nos privo de ver a los soviéticos en Los Angeles. Una lástima.

Sin embargo esa circunstancia no restaba mérito al equipo que entrenaba Antonio Díaz Miguel. El entrenador, que dirigiera a la selección durante 40 años, era un tipo muy particular. Para empezar se presentaba con un aspecto adelantado para su época, en la que sus estrambóticas gafas eran el reflejo de una personalidad todavía atípica en la sociedad de los '80. Gran conocedor del baloncesto americano, presumía de su estilo de vida, nada habitual en el mundo del deporte español de entonces. Un auténtico moderno que aportó muchos conocimientos a nuestro baloncesto, gracias en buena parte a su amistad con entrenadores como Bobby Knight o Dean Smith. Polémico y difícil, Díaz Miguel también salió del Estu.

De la plantilla mis favoritos eran los jugadores del Barça. En especial Nacho Solozábal y Andrés Jiménez. Del primero sus cambios de velocidad, su manejo de balón, y su tiro con la izquierda me fascinaban, y del segundo su versatilidad como ala-pivot. Definitivo en el caso de Jiménez para admirarle, era que además de buen jugador de basket, dibujaba comics.

La verdad es que el primero no se lució en exceso ni en la semifinal, contra la Yugoslavia de un jovencito Petrovic, ni en la final. En cambio Jiménez hizo dos partidazos.


Tengo los dos partidos grabados y alguna vez los veo. La semifinal es espectacular. Un partido en que la selección jugo un gran baloncesto frente al equipo plavi, donde entonces estaban Delibasic, Cosic, Kikanovic o Dalipagic. La final es un partido extraño. Cuando lo veo pienso que ni España lo hacia tan mal, ni USA lo hacia tan bien. No ha envejecido mal ese encuentro. Y eso que sus devenires yankees, con Michael Jordan a la cabeza, seguido de Ewing o Mullin fueron maravillosos.

Recuerdo bien es que ese día ya sentía una emoción brutal por el baloncesto, y que ahora, 25 años después, sigo teniendo esas sensaciones. En parte me autoconsuelo pensando como Woody Allen plantea en Annie Hall, que por encima de la discusión intelectual, la plástica de la competición deportiva es difícil de igualar como espectáculo.

Para Allen fueron los Knicks de los '70, para mí la luz llegó con los partidos del Estudiantes en el Magata, y aquella final en el Fórum de Los Angeles. En 1984.

PD: Hoy en el diario El País, Epi e Iturriaga mantienen un muy interesante diálogo sobre aquella plata olímpica, en un artículo que firma Robert Álvarez. Lo podéis ver aquí.