miércoles, 11 de enero de 2012

Rebelión a bordo

En agosto del año pasado Dan Levin publicaba en The New York Times un interesante artículo sobre una cuestión poco habitual en el deporte, un motín contra un entrenador. Ocurrió en la selección de baloncesto junior de China, cuando en el mes de abril del mismo año todos los jugadores decidieron mandar una carta a la Asociación China de Baloncesto con su firma y la huella dactilar en rojo denunciando lo que consideraban un trato abusivo por parte del seleccionador Fan Bin.

Foto: Euroleague Basketball.

"El entrenador Fan Bin repetidamente ha insultado a nuestro equipo en los últimos tres años, con golpes y abusos verbales a todos nosotros, y ya no aguantamos su forma de tratarnos," señalaba la carta que rápidamente se filtró a la prensa. "Enviamos esta protesta a los funcionarios centrales para solicitar que sea sustituido." La noticia causó un considerable revuelo, toda vez que en China la actividad deportiva esta asociada al sacrificio y la autoridad rara vez es cuestionada.

Los jugadores en su protesta hicieron uso de un nuevo formato que les dotaba de cierto poder de manifestación hasta entonces desconocido. Jiang Ji, editor de Sports Illustrated China lo comentaba en el artículo: "lo que está sucediendo ahora es que la generación más joven de los atletas tiene tantas opciones para comunicar, a través de microblogs y redes sociales, que quieren levantarse y alzar la voz”. A nadie se le escapa que acabar con el silencio de los corderos es una de las utilidades posibles de una herramienta de la comunicación como internet, aquí y en China.

La carta de los jugadores, con sus huellas dactilares.

El 'gigante asiático' dispone de una enorme infraestructura estatal de deportes, una burocracia de escuelas de formación, equipos y organizaciones gubernamentales que selecciona y entrena a más de 250.000 jóvenes con el fin de ganar medallas de oro, que se reflejó en todo su esplendor durante las olimpiadas de Beijing 2008, en las que el mejor jugador de baloncesto de todos los tiempos, Yao Ming, tuvo que forzar su recuperación de una grave lesión que le obligó a pasar por el quirófano y que acabaría con su retirada tres años después, tras sufrir un calvario de reiteradas bajas médicas. El bueno de Yao sigue siendo un héroe en China y Estados Unidos, pero, según The New York Times citando fuentes oficiales, 240.000 atletas retirados sufren lesiones, pobreza y desempleo.

Desgraciadamente en China, como en otros lugares no tan lejanos, estas situaciones suelen terminar siendo parcheadas. Cuando las quejas de la selección junior se hicieron públicas, la Asociación China de Baloncesto trató de contener el escándalo: suspendió al entrenador y condenó su comportamiento violento. Pero semanas más tarde fue reinstaurado, tras prometer cambiar sus formas y modos. Aún así la protesta pudo haber tenido el efecto deseado. En el artículo de Dan Levin un miembro del equipo de baloncesto de la Universidad Tsinghua, que jugó contra el equipo junior antes y después de la polémica, señaló que el comportamiento del entrenador Fan Bin se había "transformado completamente".

Habría que ver si eso es cierto, pero mientras tanto hay una cuestión que queda clara, protestar ante lo que uno considera injusto es necesario. Incluso si ocurre en un equipo de baloncesto.

domingo, 8 de enero de 2012

Un Dios Salvaje

La cita a la salida del instituto para canearse era “en la parada del 51” o “en las mesas de ping pong”. Cuando yo estudiaba EGB en el Ramiro de Maeztu los duelos eran relativamente habituales y esos dos puntos de encuentro eran patrimonio de los alumnos. El día perfecto para estos encontronazos era el viernes, de esta forma la afrenta solía amainar durante el fin de semana, y el lunes las prioridades y los miedos tenían más que ver con los deberes y sus consecuencias que con disputas de incierto origen. Sólo los más zangolotinos no se bajaban de la burra y mantenían enemistades a medio y largo plazo.


En la película de Roman Polanski Un Dios Salvaje (Carnage, 2011) protagonizada de forma brillante por Kate Winslet, Christoph Waltz, John C. Reilly y Jodie Foster, la historia comienza con una pelea entre dos chavales. El resto de la película se centra en el intento de solventar el asunto de forma razonable por los padres de ambos chicos, la familia liberal-progesista de Ethan y los liberal-ejecutivos de Zachary. Pero las evidencias, como los tópicos o los estereotipos, no siempre son tan resolutivos como podría parecer a priori.

Polanski utiliza un formato muy apropiado, adaptando al cine la obra de teatro de Yasmina Reza, para desvirtualizar los tiempos que vivimos, esos en los que las contradicciones y los prejuicios asoman por encima de las categorías sociales que cada uno cree ocupar. Y, en un crescendo que se va produciendo por unas parejas atrapadas en un escenario que se proyecta en un principio como agradable y se va tornando en axfisiante, termina por demostrar que, más allá de los hechos, lo que realmente importa es la naturaleza de los mismos.

En el baloncesto de formación hay dinámicas parecidas. No sólo porque a veces los padres quieren ser los protagonistas de los relatos deportivos de sus hijos, de sus ambiciones y comportamientos, sino porque sus suertes y recorridos son interpretados con demasiada frecuencia por unos progenitores que piensan más en relación a lo que les ocurre a ellos, que en que sus hijos disfruten del deporte y su propio aprendizaje, con las dificultades, necesarias, que ello tiene.


Zachary y Ethan tienen acuerdos y desacuerdos, junto a unas canchas de baloncesto próximas al Puente de Brooklyn en Nueva York, ante la atenta mirada de un hamster que no sabe bien qué hace en una sociedad inundada de temores y caprichos.

Tampoco estaría mal que unos cuantos entrenadores de ese baloncesto de colegio e instituto pensaran de vez en cuando en cómo se trata a unos chavales que no son propiedad más que de ellos mismos, de sus vidas y sus conflictos (siempre que estos no pasen del límite que la lógica impone), y que más allá de versiones castizas y chusqueras de El Sargento de Hierro o Hoosiers, lo que quieren es divertirse jugando.

Mañana es la vuelta al cole, que la suerte os acompañe.

PD: Una película que debería ser obligada, especialmente en AMPAS y preparaciones al parto.