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martes, 2 de febrero de 2010

Arenas Bullets, entre la realidad y la ficción.

El pasado 24 de diciembre, Gilbert Arenas, jugador de la NBA, apuntó con una pistola a la rodilla recién operada de su compañero de equipo Javaris Crittenton. Una situación que provocó el pánico en el vestuario de los Washington Wizards. Arenas, suspendido tras el incidente de la competición, simboliza el difícil transito entre el playground y la fama millonaria.


Los Washington Wizards eran conocidos hasta el año 1997 como Bullets. La Magia sustituyo a las Balas, como apellido de la franquicia de la capital de EEUU. Abe Pollin, el ex dueño de la franquicia que falleció el pasado noviembre a la edad de 85 años, consideró que en una ciudad con altos índices de violencia no era conveniente promover el imaginario de las armas desde el equipo de baloncesto. Washington es la octava más grande de EE.UU. con más de 5 millones de residentes, y el área metropolitana que forma junto a la cercana Baltimore tiene una población que excede los 8 millones. Entre 1963 y 1972 la franquicia estuvo instalada en Baltimore, pero, como ocurre con frecuencia en la NBA, el equipo se trasladó a un destino como mayor proyección.

The Wire es una serie de éxito con un protagonismo original, una visión realista de la vida en Baltimore. Muchos de sus personajes se basan en personajes reales y varios actores secundarios son amateurs que interpretan su propia realidad. En el número 117 de DIAGONAL se refería a The Wire como una muestra de “el fracaso del ideal de la igualdad de oportunidades en la educación; y la farsa de unos medios de comunicación más preocupados por las ventas y los beneficios que por la información”.


Gilbert Arenas (nacido el 6 de enero de 1982 en Tampa, Florida) podría ser un personaje más de la serie. Arenas siempre ha vivido con un pie en la realidad y otro en la ficción. Su madre quedó embarazada del futuro jugador siendo adolescente. Como ella tenía recurrentes problemas con la policía, Gilbert se crió en un hogar de acogida. Un par de años después su padre se hizo cargo del chico. El padre pasó de prometedor jugador de fútbol en la universidad, a ganarse la vida como actor de medio pelo. Se dejó ver en los dos primeros capítulos de Miami Vice y luego, tras trasladarse con su hijo a Los Ángeles, en pequeños papeles para Hollywood. Nada especialmente reseñable. Mientras,Gilbert Jr. empezaba a engancharse al baloncesto en los playgrounds de California.

No tuvo nunca las cosas fáciles, y pocos creían en él. El número 0 en su camiseta, se debe a que, en su época de high school, su entrenador le dijo que iba a jugar 0 minutos. No fue la última vez que se chocaría contra el muro de la desconfianza. La prestigiosa universidad de California (UCLA) no lo admitió porque “dudaba de su actitud y su rendimiento académico”, y finalmente marchó a Arizona, donde haría muy buenos números. Cuando aún le restaban dos años para terminar su ciclo universitario, decidió dar el salto a la NBA. En el draft de 2001 Arenas fue elegido en 2ª ronda por Golden State Warriors, una elección muy inferior a su rendimiento. Aún así supo reivindicarse como jugador. Su entrenador no contaba con él, pero terminó su primera temporada de titular. Ese año Gilbert acudía cada noche al pabellón de entrenamiento del equipo a ejercitarse. En 2003 ficharía por Washington convertído ya en una referencia de la NBA. Comenzó a sonreírle la suerte y figurar como una de las estrellas de la liga. En 2003, Arenas, recibió el premio al Jugador con mayor progresión de la NBA, y ha sido All-Star en tres ocasiones (de 2005 a 2007), en otras tantas fue elegido en los Mejores Quintetos de la liga.

Su suerte volvió a cambiar el pasado 24 de diciembre, Arenas y Crittenton, base suplente del equipo, se fueron calentando en el vestuario del Veriton Center, el estadio de los Washington Wizards. Unos días antes habían tenido una discusión por una partida de cartas. En el vestuario de los Wizards,Arenas decidió retomar el asunto. Ante el asombro y el pánico de sus compañeros, el bueno de Gilbert sacó de su taquilla una pistola, hizo como que la cargaba, y apuntó a su compañero de equipo. Crittenton también sacó un arma.

En la taquilla de Gilbert Arenas se encontraron cuatro armas sin munición. Arenas se tomó en un principio el asunto con ligereza, bromeó sobre su parecido con John Wayne, y pocos días después, en el partido que les enfrentaba a Filadelfia, realizó de forma irónica el gesto de disparar con las manos a sus compañeros durante el calentamiento. A David Stern, máximo dirigente de la NBA, lo ocurrido no le hizo ninguna gracia y retiró al jugador de la competición de forma indefinida. El mechandaising con su imagen desapareció de los expositores de la franquicia. Arenas se podría enfrentar a una condena de cinco años de cárcel. No tenía licencia para tener armas y en las normas de la NBA no se permite su posesión en los vestuarios. Pasados unos días Arenas reconoció publicamente un error, que podía significar el portazo definitivo a su carrera.


Mientras llega la fecha del juicio, Arenas y Crittenton han sido apartados del equipo por lo que resta de temporada. Según Stren “ambos han expresado arrepentimiento por sus acciones y la compresión de la gravedad de sus transgresiones”, además de comprometerse a “hacer trabajos comunitarios y convertir las lecciones aprendidas en un mensaje educativo para los demás”.

En EEUU mueren al año cerca de 40000 personas por armas de fuego. Gilbert Arenas cruzó la línea entre la ficción y la realidad, y fue declarado el malo de la película. Los medios de comunicación le crucificaron rápidamente, pero pocos consideraron que su actitud tenía que ver con unas circunstancias que nunca le fueron favorables, y que él interpretó el papel que siempre le habían asignado.

PD1: Mucho se ha publicado sobre el asunto Arenas. Yo me atrevo a recomendar varios artículos que he leído. Por un lado el del blog de Pirrimarzon, y el debate que suscitó en los comentarios; por otro el de David Alandete en El País del pasado 8 de enero; el de Antoni Daimiel en su blog; y, especialmente, el de David Carro en la Revista Gigantes nº1263.

PD2: Éste artículo saldrá publicado, parcialmente, en el número 119 del periódico Diagonal.