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lunes, 25 de octubre de 2010

Neven Spahija y la prisión de Kulina.

Neven Spahija, actual entrenador del Fenerbahce turco, y con una importante trayectoria en la ACB (Baskonia y Valencia basket) ha saltado a los medios de comunicación por un asunto que poco tiene que ver con la canchas de baloncesto. Spahija fue policía militar durante la guerra de los Balcanes (1991-1995), cuando era miembro del ejército croata. Ahora una investigación sobre presuntas torturas y malos tratos a prisioneros serbios en la cárcel de Kulina ha proyectado el foco mediático sobre su posible participación en los hechos que se investigan.


Cuatro son los militares arrestados sobre los que pesa una acusación firme de torturas y abusos: Zeljko Maglov, ex comandante del 73rd Batallón de la Policía Militar; Tvrtko Pasalic, ex jefe del Servicio de Seguridad e Inteligencia en Sibenik; Damir Boršić, ex comandante de las fuerzas armadas en la prisión de Kulina; y el policía militar Milorad Pajic.

Los hechos se remontan al 2 de marzo de 1992, cuando un grupo de 21 prisioneros serbios, acusados de formar parte del Ejército Popular Yugoslavo (Jugoslovenska narodna armija, JNA) sufrió torturas durante su arresto. La JNA se había ido disolviendo en la misma medida en la que Yugoslavia se iba desintegrando, en buena medida por el abandono de muchos de sus mandos para ir a engrosar las filas de sus nuevos ejércitos nacionales. En la primera fase de la guerra, la falta de unidades militares supuso que la policía croata se hiciera cargo de la mayor parte del “esfuerzo bélico”. Finalmente, estos cuerpos policiales terminarían por formar el núcleo de la fuerza militar en gestación, inicialmente denominada Zbor Narodne Garde, y más tarde Hrvatska Vojska. Neven Spahija durante la guerra fue miembro de la Sociedad Sibenik 72, batallón de policía militar de su ciudad natal.

La guerra en Croacia, donde uno de los elementos centrales fue la lucha por la autodenominada República de la Krajina (de mayoría serbia), provocó el desplazamiento forzoso de unos 220.000 croatas y 300.000 serbios según diversas fuentes, y numerosas acusaciones cruzadas de limpieza étnica y vulneración de los derechos humanos. En enero de 1992 se logró un alto el fuego auspiciado por la ONU, y el conflicto se trasladó, no sin muchas dificultades internas, a otras zonas de la antigua ex-Yugoslavia, principalmente a Bosnia y Herzegovina.

Según informaciones del diario croata Novi List, Rajko Žarković, ex policía militar, ha acusado a Neven Spahija de estar en la prisión de Kulina, donde se produjeron las torturas, “a pesar de no tener autoridad para hacerlo”, y también de participar de los graves abusos cometidos. Por lo pronto Spahija, que tuvo que ir a declarar a raíz de la investigación que se ha abierto en un juzgado de Split, negó que estuviera implicado como uno de los sospechosos de crímenes de guerra contra los serbios, y señaló: “Parece que los medios de comunicación me han prestado demasiada atención, siendo probablemente la persona más famosa en el proceso, pero no entiendo cómo se filtró la información cuando el testimonio debe ser confidencial. Al igual que muchos croatas, yo estaba en el ejército, pero por supuesto que no me avergüenza de eso”.

Una historia compleja y poco clara, de un tiempo en el que en el corazón de Europa, y en uno de los puntos geográficos más importantes del baloncesto mundial, se produjeron tremendas atrocidades. En buena parte consentidas por la indiferencia de la comunidad internacional.